31 julio 2010

PEREZA: el origen de la inteligencia


Todo comenzó cuando dos simios se encontraban sobre las ramas de un árbol en medio de la sabana, uno frente al otro. Los dos tenían la vista perdida y observaban como las manadas de animales se movían.


Simios que se sentían todo el día cansados. La pereza abocaba toda su fuerza de hacer cualquier intento y la hacía desaparecer. En resumidas cuentas, eran dos simios vagos, pero vagos con ganas.


Uno de ellos en un momento se vio tan perezoso que optó por no querer hacer nada, pero veía que el otro estaba por la labor de hacer lo mismo. En ese momento pasó algo que hizo pensar al narrador y elaborarse una hipótesis.


El porqué de que las personas seamos inteligentes. A mí me da que todo se resume en que somos unos vagos por naturaleza. Yo me imagino hace 4 millones de años, cuando todavía éramos unas células, y decidimos dejar de ser unicelulares para poder especializarnos; y dejar de tener toda la responsabilidad de nuestras vidas para repartirlas entre varios, entonces acabamos en lo que hoy somos: ex bacterias.


Decidimos acabar con nuestra inmortalidad a cambio de ser más eficientes al estar repletos de células dedicadas a una labor específica. Preferimos morir a hacer un esfuerzo mayor del que podemos calcular posible.


Más tarde esas células comenzaron a evolucionar a seres mayores. Estos pre-homínidos crecieron debido a que usaron una misteriosa lógica para llegar a la conclusión de que a mayor tamaño, más alimento ingerían y menos viajes se hacían para conseguir alimento. “A más menos, a menos más”.


Ya grandes, homínidos descansando el trasero en las ramas y volviendo a aquellos primates del árbol. Uno de ellos, sin atinar en la indecisión, pegó un salto. Y por pura vagancia de no querer seguir corriendo tras el alimento, fabricó la primera trampa. Ésta le robó horas de su vida, mas no pudo demandar tal delito cuando vio florecer el árbol de la inversión. Aquí se ve la aparición de lo que nosotros llamamos inteligencia. Pero esto no acaba aquí.


El otro mono se dio cuenta de la movida que acababa de causar su amigo cuando capturaba a una cebra. Y más vago aún, no quiso mover ni un músculo. Pensó rápidamente y con mayor fluidez que el otro e ideó un plan para salir de la desventaja y aprovecharse de la oportunidad de ser más vago, y por consiguiente más inteligente. El plan consistía en introducir un mando nuevo a la consola y jugar en modo multijugador. Aquí la aparición de lo que llamamos el trabajo en equipo. Cosa que aceptó el otro simio al darse cuenta de que en realidad trabajar en equipo y hacer la mitad de trabajo era mucho mejor que hacerla en su totalidad. ¡Vaya par de vagos!


Los primates ya habían creado la primera empresa. Pero aún así, la insatisfecha necesidad de satisfacción que nos acompaña por la corta vida que hemos elegido –la primera decisión que se tomó, es la tomada por la primera célula con núcleo; fue trascendental de verdad- nos lleva a seguir vagueando y haciéndole al cerebro buscar la forma más práctica y ahorradora de esforzarse para poder vivir. Así fue como llegaron a una conclusión de ampliar la empresa y llamarla COMUNIDAD S.A. Con ello conocieron la facilidad de conseguir, por vez primera, rascarse el ombligo mientras otro lo despioja y un tercero caza. Surge el principio de la sociedad del bienestar, o lo que es lo mismo las ganas de no trabajar y sólo las de mirar.


Todo se resumía en que el uso de la inteligencia era causa de la pereza. “La necesidad crea el órgano”. La pereza evolucionó a otro nivel. Se alzó a una plataforma más colectiva. Las comunidades se trasmitían, entre ellos mismos, toda la pereza individual y concentrándola en aquellos que más pereza tenían. O mejor dicho: los más inteligentes de la clase. Éstos sí que pensaban, por ejemplo, en cómo no tener que esperar a que sus menos complacidos del sistema le trajeran los alimentos. Removieron un par de neuronas y recrearon nuevos esquemas mentales tras el esfuerzo y dieron con la solución de conservar la comida metiéndola en sal, no para que sus vecinos no corriesen tanto, no; sino para que no tuviese que en un futuro hacer el esfuerzo de segregar saliva con la idea que uno se hace en la cabeza de comida cuando tiene hambre. No quería perder nada de energía en engañarse el resto de su vida.


El narrador en este momento prevé que la inteligencia retoma la motivación de avanzar y vuelve a subir de nivel llevando el límite de la inteligencia más allá. Pues ahora la pereza es tal, que su idea de rascarse durante un rato la barriga, le es insuficiente, escaso, poco. Lo que quiere – quiere por pereza- ahora es idear un futuro para sí, de vida contemplativa.


Y de ahí a la capacidad de hablar. Pues era más fácil explicar bien a un similar que hiciese algo, que tener que hacerlo uno mismo, porque otro lo hiciera mal o simplemente necesitase más de 3 viajes para dar con la piedra que el otro buscaba. El lenguaje derivó con la metáfora a una pereza mayor. Ya no queremos aprender más palabras nuevas, nos basta con clavar las descripciones con otras ya aprehendidas. Y ya podéis deducir que el lenguaje economizador no brotó por que el tiempo nos preocupa. Se dice que evitamos el tiempo perdido, yo digo que evitamos esperar. Esperar cansa. Rascarse la barriga sin esperar nada más es mejor que estar en una antesala.


A día de hoy, las mentes aprovechan las condiciones en las que nacen para seguir el show que nos hemos montado para que los más felices sean los que menos hagan y todos trabajen para él en el camino de ser él. Esto sería la idea, que como todo, va acompañado de sus complementos. El hombre es vago y la felicidad está en el camino que se hace para no hacer nada.


Les pregunto una cosa a todos. ¿Quién de todos vosotros no miró el tamaño de la entrada antes de leerla? ¿Algo les preocupa inconscientemente a priori?


Esta entrada es simplemente fruto de un aburrimiento. No es algo cierto, solo un intento de dar lógica a un vuelo mental que me di y asi jugar.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo en casi todo, tenemos que hablar para concluir la teoría... Pero bueno eso no puede ser porque tu dices "hola y adios". Sólo me puedo comunicar contigo mediante comentarios y me da mucha pereza perfeccionar de esta forma la teoría así ya lo hará otro por mi.
    PD: Hay algunos (alguna en este caso) que no ha dejado de ser bacteria. Adri y Ari saben de que hablo.

    ResponderEliminar
  2. despues apareció un tercer simio alternativo, tan perezoso que en vez de aliarse, iba y le robaba a los otros dos...

    ResponderEliminar