31 julio 2010

La sala de espera



Seré breve y preciso en cuanto al mensaje que quiero dejar, sea a quién sea y por ello es escogido esta manera de contarlo. Ahora os voy a contar una anécdota que viví el otro día. Es una anécdota bastante peculiar, os explico why it´s peculiar: Es peculiar porque me la voy a inventar, pero queda chachi pensar que la viví y no que la soñé simplemente.


El otro día estuve sentado en la silla número X de la sala de espera de la consulta del médico. Como mi centro de salud es bastante pequeño, digamos que era algo normalizado el hecho de compartir poco aire y el no silencio con los niños que estuvieron esperando al pediatra. Vamos, que es una minúscula cueva sanitaria. ¡Ojalá hubiese tenido la oportunidad de cambiarme de ese centro a otro! Aunque es lo que tiene vivir en Guaza, que al no haber centro de salud a una patada del pueblo, te destinan a cualquier centro de salud del municipio. Yo misteriosamente acabé en el Valle San Lorenzo. Es que es casi ilógico que me asignaran ese centro de salud por algún criterio razonable, me queda siendo el más lejano a mi casa. But that is how life goes.


Ese día mientras mis oídos eran zarandeados por el resquebrajante ruido de los pequeños recién llegados, me centré en fijarme en que ahí y entonces en la sala iba a acontecer algo que abriría los ojos a mucha gente.


El tiempo pasaba y según se iba acercando la hora de comer el número de bebés disminuía hasta quedarse en dos: un bebé llorón bastante normal acompañado de una madre seria, despreocupada, aunque también fiel a maneras de cortesía; y luego un bebé más llorón que el anterior, con una madre totalmente contraria a la otra. Esta segunda madre era preocupada, pero nunca supe en qué, ya que estaba estresada por todo menos por su desagradable y maleducado bebé. Este último parecía ser español. No estoy muy seguro, pero lo que sí puedo asegurar que vestía una prenda con los colores de España.


Mi consulta médica parecía no llegar nunca y mi comuna interior no se respetaba. El primer bebé lloraba y lloraba, pero sin más la madre, muy socialista ella, cogió y le metió la teta en la boca y no tardó ni diez minutos en regresar a la atípica calma del recién nacido. Sin embargo el otro bebé, el español, lloraba, y lloraba, y lloraba, y lloraba,… Era de lo peor. El problema en este caso es que la madre española no tenía mucho depósito lácteo y todos pensamos que el niño no iba a parar de llorar hasta cobrar el paro en leche. Aunque la realidad acabó siendo otra. El niño fue forzado a succionar los pezones de la madre y el niño consiguió su “dulzario”. La solución de la madre era desacertada y el niño no dejó de berrear. La madre siguió con una infinidad de opciones vanas para solucionar el problema acústico y también visual. Como ya se ha dicho: sin resultado.


El pediatra salió de la consulta y llamó al siguiente bebé. Luego entró el niño que había parado de lloriquear junto con su madre, que acababa de regalar una mirada despectiva a la otra madre –Vaya madre que estás hecha- y el médico cerró la puerta de la consulta.


Pasaron unos 15 minutos, en los que me planteé si debía aprovechar y pedir cita con el otorrinolaringólogo; hasta que salió el niño. Entonces el pediatra llamó a la siguiente víctima de su atención y salió por su boca el nombre de niño español- ¿Juan?


El bebé seguía pronunciando su nombre por todo el centro de salud- ¡Uuuaaaaa…uuuaaann…! Menos mal que el médico consiguió encerrarlo con la madre en la consulta y se dio cuenta del problema enseguida tras haberle hecho un rápido examen general.


La madre había explicado que llevaba ya varias semanas insoportable y que ella por su parte lo había intentado todo, aun así el bebé no le paraba de llorar.


El médico le explicó la situación, le hizo comprender a la mamá que en los tiempos que corrían era preciso prevenir mucho a los niños de cualquier enfermedad, porque era una realidad el que los contagios entre menores estaba aumentando y que el zapatero más famoso de España no hacía mucho por prevenir los cayos que se producían en la base de las personas.


Finalmente el niño salió sin llorar en los brazos de la madre, atravesó la sala de espera en dirección al exit y atravesó la puerta de luz. Conseguí fijarme en que el niño llevaba un parche en el brazo derecho y me resultó muy curioso, ergo fui enseguida a preguntarle al liberado pediatra, qué era lo que había hecho (Nunca se sabe cuando necesitarás saber de esto). Él me contestó- simplemente le he recetado unos parches y le he puesto uno…- Yo intenté normalizar la respuesta e intentar buscar la obviedad de lo que significaba tener un parche. Afortunadamente no atiné y le respondí con una ceja en tensión. Él me aclaró al igual que a la señora- Ya sé que hay crisis económica y no estáis al tanto de otras crisis, vuestra atención está muy enfocada, pero debéis saber que sí que existen otras a parte de la famosa crisis. Este niño último es del futuro, a penas vino para mostrarme y prepararme para lo que me espera-. Aunque yo seguía esperando una respuesta más concreta, que finalmente llegó.


-Los niños pronto llorarán por un mono y no por un mono gracioso, sino por la falta de una calada a 8 cm de lenta muerte, más conocido como el cigarrillo. Por ahora, por ahora y por ahora, tenemos en España una media de 13 años que indica el comienzo en el que se inicia este fructífero vicio. Al parecer, el líder político de la oposición no es el único que tiene un modelo de niña.


PD: Pido disculpas junto con amigos míos que no fumamos y somos ya mayores de edad, por haberles ralentizado el proceso a conseguir el record del mundo de…

1 comentario:

  1. Joder, este no lo puedo comentar; porque ya lo había leído y ya te dije lo que pensaba...
    ...sin embargo no consigo recordar lo que te dije en el momento.

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