26 octubre 2011

Blogtienda de Manipulandarina



¿Tienes problemas para relacionarte? ¿Te supone la búsqueda de nuevas amistades una hostilidad? ¿Crees ver rechazo por parte de los demás por culpa de ser un pedante? No se preocupe ni un segundo más, porque ahora… ¡Tenemos la solución!


El pedante cotidiano cree, que las personas con las que brevemente interactúa en su tradicional forma eventual, no quieren trabajar un lazo de amistad más duro y apretado, por su creencia incompatibilidad con mentes de menor cilindrada. Para ello no existía ninguna respuesta, ¡hasta hoy!


Lo que el pedante no sabe es, que si llama ya al 986 854 884 (espero que no sea el número de nadie) no sólo tendrá respuesta a su gran incomprensión social, sino que además se llevará, no uno, ni dos, sino hasta 3 mandarinas de regalo. Todos sabemos que una mandarina es la fruta ideal para compartir con los amigos. Ya sabéis lo fácil que es ofrecer la fruta que ya viene partida. Así que llama ahora y llévate esta exclusiva oferta, hoy, y que no encontrarás en ninguna tienda, libro sagrado o santuario improvisado.


PRODUCTO

Hola, mi nombre es Andrew Casio. Podréis reconocerme de haberme visto en fabulosas series como “el incalculable hombre de las nieves”, “el logaritmo perdido” o el código Da Vi tres catorce”, y hoy estoy aquí para ayudaros a entender el porqué de vuestra triste vida. (Sonrisa americana a cámara, seguido de un guiño de media negación).


Os voy a compartir el secreto. Tras varios estudios que hemos realizado para llegar a venderte el más exclusivo producto y con su insuperable calidad, hemos llegado configurar este gran enigma. Pero tranquilo, que ya mismo te lo cuento amigo.


Si de verdad quieres conseguir ser pedante y ser aceptado y conseguir que las personas te hagan caso tan sólo observa. La mayoría de grupos en los que entras son personas nuevas y en general mediocres, ¿no? Piensa que las personas tendemos a crear jerarquías, aunque ellas hablen de pro-igualdad. Pues bien, si esas personas en su batalla por conseguir ser el macho alfa, el director, el monarca, el fuhrer, el duce o el Dios de su grupo y en medio de esa batalla llegas tú, pedante cualquiera de a pie, y intervienes poniendo fin al conflicto bélico. Sinceramente… te has equivocado. Sí es verdad de que ellos rápidamente captan que eres de un nivel superior y que obviamente su posibilidad se ha acabado, pero es a raíz de ello, que quienes son desbancados de la posibilidad se colisionan con la meta de volver a que sus vidas recobren importancia y rápidamente te expulsan del grupo. La historia nos argumenta como ser cabeza de ratón es algo que siempre ha reinado, aunque les divulguemos la conformidad de ser cola de León.


¿Qué hacer entonces? ¿Por qué? Lo que hay que hacer es muy sencillo, hazte el tonto. El truco se encuentra en pasar desapercibido. Hay que colocarse detrás de la línea de meta de la que hayan marcado ese grupo de personas y actúa. Verás que al poco tiempo ellos mismos harán el trabajo sucio y tan sólo tendrás que actuar poco a poco como siempre y ya lo habrás conseguido, tendrás un grupo de amigos dispuestos a aprender de ti y ser tu amigo. El porqué es muy sencillo, ahora has competido con ellos de manera que ellos han aceptado su derrota viendo que les has ganado limpiamente en un juego que ellos mismos diseñaron, por lo tanto la ventaja que fueras sacando se traduciría en respeto por parte del clan y no como de antemano sucedía. Ellos con el tiempo y por inercia del ser social que llevamos dentro, sienten mayor importancia en sus vidas, que sustituye aquella de tener que ser el líder, porque esta vez se sienten partícipes del proceso de elección. Y es así como se legitima el liderato.


¿Para qué un pedante debe ganar estas batallas? Para aumentar su currículum con experiencia bélica, mantener hábil la mente social, y sobre todo para que saque del ridículo moral a sus nuevos amigos con el fin de que eventualmente uno se convierta en pedante, un buen amigo pedante como YO.



Así que, ya lo habéis escuchado amigos, si queréis dejar de tener esa incógnita, ahora gracias a Andrew Casio, es posible; Por lo que dejad de leer este blog y levantaos de vuestros asientos y recoged el teléfono y marcad ya el número que aparece en pantalla. Y olvídese de todos esos rechazos incontrolados y oiga decirles: ¡A mí me gustan los Grandes pedantes!

08 octubre 2011

¡No! Es mandarina



Vivo en un camino que me lleva a dónde todos no conocemos, pero en el que sí que creemos. Vivo en un mundo en el que siempre hay un comienzo, un final y algo intermedio. Vivo en un mundo dentro del cual, las cosas también tienen un comienzo, un final y algo intermedio…


Espero a que llegue el momento en el que algo ocurra, que se den las condiciones; o como yo prefiero creer, esperar el momento en el que pueda ver las circunstancias, ya sea por casualidad, o no.


Espero a que cuando llegue, pueda captarlo con algún sentido, pueda notarlo y ser consciente de que logro reconocer aquello que he estado esperando.


Espero, una vez esperado y esperado notar lo esperado, a que ese algo realice aquello por lo que había tomado tan larga espera. Y si no, espero que no tarde mucho en terminar su efecto, sino tendré que esperar, esperar y esperar...


La espera es lo único que no se espera, me dije a mí mismo tras una larga espera de respuestas. Aun no sé, si esperé, o la respuesta fue mi desespero y abandono a la espera. Pero finalmente mereció la espera y pude por fin librarme de la espera, pues esperé no esperar nada.


Que estresante es la vida que vivo. Tanto que le debo a la lógica y tanto que me debe ella a mí, pero como no puedo hacer cuentas de quién debe más, porque no recuerdo la primera vez que empecé a esperar. No espero ninguna rendición de cuentas. Esperaré a mi final y esperarçe que las cuentas me salgan bien.


…Vivo en un mundo en el que lo intermedio es esperar. En concreto no es nada, pero dentro del gran principio y final, es casi el total.



PD: Espero que os gustase, y sobretodo, esperaré por vuestras mandarinas.

02 octubre 2011

El mandarino


Siento haber estado ausente una larga temporada desde la última vez que actualicé la cesta de mis mandarinas. Supongo que deben estar ya varias cambiando de color del tiempo que llevan expuestas como primera impresión del blog. He de reconocer que me cogí unas buenas vacaciones mentales, pero pretendo que hoy sea el día de la vuelta a la oficina.


Me figuraba que, al no recolectar mandarinas y ofrecéroslas, se me irían acumulando en mi árbol y que llegaría el día en el que fuera a buscarlas y pudiese llenar una gran cesta de enormes mandarinas bien azules, tantas como para masajear todos los brazos al intentar cogerlas todas de una.


Pero, pese al generoso propósito, me acabo de sentar, junto con mi portátil, sobre una de las raíces del árbol de mis mandarinas que asoma sobre el césped. ¿Sabéis qué? No encontré ninguna mandarina en el árbol. Tan sólo vi a su alrededor una muchedumbre de sustancia orgánica en descomposición. Ya ni siquiera era azul.


Mas pensé, entre la decepción que estaba teniendo, que esas mandarinas en proceso de putrefacción servirían de magnífico abono para mi propio árbol y que ayudaría en un futuro a que mis siguientes mandarinas que tuviera fuesen más azules, o lo que es lo mismo, más maduras.


Entendí, que pensar en que las mandarinas fueran tangibles era un error. Las mandarinas están en el árbol de cada uno, por un tiempo u otro determinado, hasta que desaparecen. Algunas caen al suelo y se pierde su naturaleza comestible, otras desaparecen del ramo y vuelven aparecer tras un largo o corto periodo de tiempo. No son como las frutas que tú y yo conocemos en común.


La espontaneidad de una mandarina azul le proporciona el fascinante poder de incalculable potencial. Aun así, quién siembra un árbol mandarino corre el riesgo de que le surjan mandarinas de prolongado crecimiento, de increíble dimensiones o, algo que es desilusionante, pero no de existencia en vana; mandarinas con reducida cantidad de jugo.


Si bien comentan los expertos en el tema, como puede ser el Doctor Man Darino Azu L., hay temporadas para prácticamente todas las frutas conocidas, salvo en el caso de las mandarinas. Éstas aparecen a montones cuando llega la estación de año de la Inspiración.


Yo os confieso, que tengo la suerte de que cuando entramos en Inspiración busco un hueco en el tiempo para parar el tiempo durante poco tiempo. Suelo buscar el silencio para gastar el número de vueltas que da mi reloj y en el que dejo jugar libremente mi pequeño pensamiento, para que no sea intimidado por nada y juegue alrededor del árbol, y mientras se divierte, me llame para señalarme una nueva mandarina que ha dado el árbol.


Sin embargo, esta vez, hacía tanto tiempo que no venía a jugar, que le he tenido que controlar, porque si no, se me descontrola el pensamiento acabando por decir cosas que ni yo entiendo.