12 marzo 2012

Una mandarina Yoyó






La literatura que versa sobre el ego es muy extensa. Es un tema que se va extendiendo y ramificando en teorías cada vez más diferenciadas las unas de las otras, pero con una raíz en común. Muy similar a la vida social. Somos los únicos seres que tenemos en común la desigualdad. La desigualdad no vista como una palabra actual llena de connotación negativa en su significado político, sino como su sentido literario nos expresa: que un ser no es igual a otro ser.


Hay que tener gran respeto hacia las ideas. Toda las teorías son consecuencia de unas principales, aunque prefiero llamarlas teorías singulares y sus derivadas teorías plurales.


Todos hablamos de un YO, hasta el YO habla del YO. Las sociedades han creado varios YO con el fin de no sentirse solos, cuidándolo, protegiéndolo, armándolo de orgullo y dejando que se sienta importante frente a cualquier ataque de otro YO. Su alter ego sería el YO poético, que se ha creado para poder hablar de lo que sea, la cosa es hablar, y así contar reflexiones a otros pudiendo llegar a complacer el YO del emisor y el YO del receptor. ¿De dónde vendrá? Reformularé la pregunta ¿De dónde vengo YO? Puede que sea un juego de monos y una escalera, una idea metida en la cabeza que se utiliza y se sigue utilizando sin saber si su fin sigue vigente, o no. De todas maneras, podríamos figurarnos todo lo contrario, una idea que nunca fue introducida, sino que existe y sin el “desde…” - Ya sabéis que para mí hay cosas que nunca han tenido un comienzo y que están-.


El YO tiene una sublime función, que es la propiedad de ubicar, localizar, asentar el punto desde el cual se está observando todo. Pero, ¿y si sufrieras de un doble YO a causa de un trauma infantil y estuvieras en la consulta del Doctor House y tuvieras que responderle? Conociendo al Dr House, sería responderle a cualquier cosa menos qué es lo que te pasa. ¿Por qué YO responderías?¿Cuál sería mi YO correcto? ¿El que asusta a los otros YO? ¿O el YO que ellos creen conocer? ¿El bueno o el malo?


Hola, mi nombre es Don Ignacio Morales Ferguson y os hablo del YO, porque no sé quién soy YO, “pero os puedo dar pistas como que” soy un inmigrante que lleva a duras penas 1 añito en la capital, como una especie de chicano. Aquí me he casado con mi adorable señora, Elena Mendoza y dónde me gustaría formar una familia. Vengo de Detroit, donde se encuentra mi mamá y las raíces que tanto añoro regar. Mi padre era de por acá, nunca le llegué a conocer. Él sé que era Mexicano, porque vivió toda su vida aquí en Nuevo México, pero si hubiera ido a Estados Unidos, seguro que le habrían asignado en el registro racial la raza “afro-american”. Pero voy a darle que es mole de de olla y ganarme mi tequila de hoy con un pequeño inciso: Tendríamos que llamarlos afronorteamericanos, no afroamericanos. Con eso es todo. Continuemos…


Me siento perdido y sin identidad. Soy una persona que vive varias vidas paralelas. Por un lado reconozco un YO, que es mi vida como marido de mi mexicana- Ay como quiero a esa Elena-, con la que hago una vida creando valores y compartiendo cultura. Por otra parte, está el segundo YO, que creo haber dejado atrás, pero que sigo viviendo en mi día a día y por eso sigo enviando dinero a Detroit, para comprar una casa con la esperanza de que algún día pueda disfrutarla mis hijos, aunque lo más probable es que no ocurra. Aun así mantengo el YO latente aportando mi dinero en colaboración a los festejos y manteniendo mi estatus que un día creé. El tercer YO es ese que creo ser cuando acudo a una celebración de mi cultura en un local perdido en Nuevo México y en el que ayudo a mantener la llama de mi cultura reuniéndome con las personas inmigrantes de mismo origen [Pensad en un “Latino” del barrio de Usera y creedme si os digo que es el ejemplo perfecto].


YO no soy quién para reconocer mi YO verdadero, porque no sé ni si el YO que decide es el YO que debe elegir, y más aun, si elige al YO que YO realmente quiero ser. Pero puedo dar pistas como que mi nombre es Leandro, tengo 21 años y soy estudiante universitario y todo esto escrito no es más que una contribución a la literatura del ego, jugando a ser otro YO y no YOYÓ.


YOYOYOYOYOYOYOYOYOYOYOYOYOYOYOYOYOOYOYOYOYOYOYOYOYO



05 marzo 2012

El trailer es público, la peli es tuya.


Hay dos clases de personas en esta vida, los que sienten y los que hacen sentir.


Esta medianoche de Septiembre he bajado corriendo al sótano, o como lo llama mi hermano Harry, el trastero. Como decía, bajé a toda prisa causándome rozaduras en las manos con la barandilla de escasa laca y al llegar al último escalón di un pequeño saltó de triunfo y tiré del cordón para encender la bombilla. Lo normal en historias perfectas es que hubiera seguido saliéndome todo perfecto, tirarme en el sofá, que está al lado de la biblioteca del difunto abuelo y lanzar mi gorra al colgador que se engancharía perfectamente tras un giro de acomodación y de emoción; pero no fue así. Al tirar del cordón olvidé la poca distancia que debía de tirar y digamos que terminé con una escoba en la mano barriendo el vidrio de la bombilla.


Mi propósito fue buscar un libro de poesía. Yo siempre he pensado que a mi abuelo le pegaría mucho ese tipo lectura, por lo que encendí una vela, luego otra, otra... y me senté con las piernas cruzadas en el sofá individual, pero con polvo para un colectivo ¡Jachís! Estaba al alcance de todos los libros sin tener que levantarme. Y fui con el primero…


El primer libro tenía un título un tanto extraño: “Cógeme y no te resistas en apretujar las tapas esperando que se refuercen las letras y poder oler los significados en los bordes”. Pero no era lo que buscaba. Era una novela de amor y yo estoy en busca de versos breves e intensos para poder… El segundo ponía: “Róbame, soy tu tesoro”; el tercero….


Ya he mirado en los dos primeros estantes de la parte inferior y me queda por mirar el último de arriba, creo que voy a elegir el siguiente al azar, mejor dicho, el que más le llame la atención a mi subconsciente. – Me temo que serás tú, que estás mal colocado. -¿Una obra poética? Sí, es lo que buscaba.


Estoy cansado de leer, cansado de esperar a que me surjan las palabras, cansado de no encontrar una melodía para las letras, cansado tratando de conseguir hacer una canción que me haga recordarte.


En ocasiones escribo cosas bonitas y en ocasiones te recuerdo y siento cosas aún más increíbles. Lo aserto con la boca abierta y los ojos perdidos respirando lo mínimo para no molestar el placer que está trabajando, ni el silencio que retengo con la ventanilla del sótano cerrada. Pero lo que pasa es que no puedo conseguir escribirte una canción en la que pueda pensar en ti al cantarla.


Sin embargo sujetaré, tu mirada con el piano.

Tocaré con mis dedos, ¿notas? ¡Aaachííísss!

Deja que el sonido hable, deja que el amor sea pegante.

Yo tan sólo quiero un poema sano,

Que se una a ti,

Que nunca acabe,

Que logre recordarte.