07 mayo 2011

Ahora que estamos solos, una pequeña pregunta...


-¿ Aquella, que nombre no pronuncias y te aguardas como niño colorado, que años piensas que son los complementarios con la más absoluta incoherencia espontánea y justificadora, que residencia desconocida te queda a la vuelta de la esquina, que vestimenta extrovertida y discreta a la vulgaridad, concibes como su marca publicitaria que le atribuyes al memorizar cada instante de esa primera entrada en escena de cada vez que la ves; a quien su pelo te encanta tocar con la frente y las mejillas, piel facial, sensaciones que te envían directamente a una consulta con Freud por discapacidad mental a causa de besos surgidos entre las líneas formales del amor, que discrepan de juntarse y arrepentirse de dejar los besos filtrarse; la que renuncia a la vergüenza, frente a cientos de personas que circulan como electrones en todas las direcciones, para darte el abrazo más cargado de energía emotiva, como para que cuya dosis un gusano perforara el acero de protección que recubre tu cuerpo cuando te abraza; que te ha ocupado toda capacidad de almacenamiento en los dispositivos de pasado, presente y hasta con el de futuro, en un formato de vivencias, las cuales llegarán, pero mejores, porque se suman a los sueños de ella, y sabes que cuando llegues a vivirlos el concepto felicidad se te quedará pequeño y tendrás que acabar por gritar; que contamina tu espacio vital de olores, nervios, contactos, bienestar, irregularidad de la respiración: largas, cortas…., sonrisas tontas, miradas y las ganas de querer sentirlo todo a la vez en un beso atómico, inhalando tal contaminación junto al suelo, la tierra, los edificios, el cielo y el universo por un milésima de segundo, porque tus fuerzas no dan para contenerlo todo lo que acaba volviendo a su sitio y al abrir los ojos descubres que ella está frente a ti y rodeada de el todo y la nada, es la chica?

-Sí, sí y sí



>>>B.C.H.<<<

06 mayo 2011

Duerme, que comienza el día.


Muy buenas blog. ¿Cómo me encuentro? Es una buena pregunta que me plantea este blog de mandarinas azules. ¿Y a qué viene esta pregunta? No lo sé, pero supongo que si la he leído y me la he preguntado será simplemente una pregunta introductoria y lo más probable sea que ahora mismo me plantea una cuestión eje de la observación objeto a compartir por Leo.

Vaya! Por fin veo aquí, en el segundo párrafo, que dice, ¿Tus labios tienen a los extremos una marca de expresión hacia abajo o hacia arriba?

¿Y esta pregunta a qué viene? No entiendo mucho, pero me imagino que ahora me callaré de hablar dentro de mi cabeza y le concederé un momento para que Leo pueda dedicarme una observación. Seguro que eso es lo que quiere que haga.

Ahora el que va hablar es Leo, narrando en primera persona, de tal forma que yo que lo estoy leyendo me haré pasar por él sin excederme en mi fidelidad del papel del personaje. No quisiera luego tener que entristecerme con mi regreso a mi realidad.

Me levanto por la mañana, como cada día contiguo a la continuidad, y doy comienzo al día indagando sobre la cuestión de si debería, o no, ser el despertar el comienzo del día. No entiendo porqué.

Pero esto no es más que una pregunta que cada día me nubla el cerebro, la cual yo no le dedico más que el tiempo que tardo en llevar la primera cucharada de cereales hacia su sentencia final. Me ducho, me visto, me peino, preparo la maleta y salgo por la puerta de mi casa.

Hasta ahora todo fue fácil. Ahora llega el momento de interactuar con las personas, otros tienen la suerte o desgracia de que una vez abren los ojos en el cojín de al lado hay alguien y entonces su momento sería ese. En suma, yo no tengo esa suerte, y al salir de casa saludo a mi portera de camino a la universidad. Ella, muy educadamente, no me mira a la cara y apenas oigo repetir mis palabras con cierta falta de engrasar sus cuerdas vocales: Uens diassss!. Yo entiendo que ella no se esperaba que alguien le fuera a desear un comienzo positivo y por eso no le dio tiempo a reaccionar, como cada mañana le pasa. Salgo por la calle y me pregunto si algo está pasando. Miro las caras de aquellas personas con las que me cruzo y no veo más que caras de sonámbulos profesionales; exactamente, del nivel 8, que corresponde a….

Me subo al ascensor del metro, y nos juntamos todos mucho y cooperamos entre todos a hacernos los locos para no impedir el cierre de la puerta y así la persona que fatigada corre para poder entrar también se queda mirando como descendemos a la mina. Es una enseñanza social para que no corra y espere al siguiente. Sí, creo que es eso. Es la única manera de pensar que el ser humano es buena persona por naturaleza.

Llego al andén, me subo en el metro, que para mí es otro como un ascensor más, porque estoy de pie junto a muchas personas rodeado de personas, trasladándome y a la espera de salir en una determinada apertura de las puertas.

Voy a clase y me introduzco dentro de una gelatina de disciplina, competitividad, seriedad y de puro trabajo; óptimo para la función que desempeña dicha institución de asistencia voluntaria. Salvo que quieran hundirte aquellos que llamas compañeros de clase, te saludan y se relacionan amistosamente contigo siempre y cuando tú felicidad no supere la de ellos.

Al acabar la clase me aventuro a hablar con alguien y lo primero que me dicen todos es que no tienen tiempo para nada, ya que tienen que largarse a comer inmediatamente, que cualquier cosa que le fuera a decir que les envíe un mensaje por el Facebook. Yo sólo pretendía preguntar si les apetecía que les acompañe en el trayecto que toma parte de su vuelta a casa como de la mía. Aun así suelo quedarme boquiabierto y me arrejunto con alguien con menos prisas y le propongo la misma humilde oferta, y me encuentro con que quién tiene tiempo es quién necesita contarme las ego-penas que sufre y trata de darme su punto de vista radical acerca de cualquier tema, que primero, yo no empiezo y en el que tampoco quiero su opinión pesimista. Grandes capitalistas absorbedores de energía positiva de otros llegando a descargar sus fuerzas sobre uno y no sobre el propio problema que les atañe. Flipo.

Nada, me subo en el autobús y me doy cuenta de que, tanto el chofer como mi portera son almas gemelas. Increíble.

Llego a la estación de metro a la vuelta y subo al barco social en el que prima la gran capacidad de apatía que uno domine en el triste y serio mar en el que navega. No cuestiono más de la cuenta y emprende el camino el tren del metro hacia mi casa.

Ahora es cuando me doy cuenta de que algo hay en común entre el metro, la guagua de Tenerife, la señora que se sentaba en el parque deteriorado e inhóspito de Badalona. Y es que en todas esas partes hay una mayoría de caras con unos labios en el que la marca de expresión de los extremos de los labios se dirige hacia abajo, apuntan al suelo, sufren de impotencia eréctil, se convierten en una imagen antagonista de la sonrisa. Esa persona transmite lo que yo calificaría como de una cara miserable.

¿Alguna vez has sonreído y los extremos de tus labios no se han levantado hacia arriba? No ¿verdad? Pues no hay que culpar a esa señora de tener esa cara de miserable, sino de que NO hemos considerado los problemas morales como problemas graves y de crisis, sino como asuntos auto-curables, porque la mayor crisis por la que pasamos es, sea cuales sean sus pretextos, la del apagón generalizado, el pesimismo oscuro que enfría la cera de la vela. No me extraña que alguien tenga una cara así, cuando en ningún momento del día hay alguien que le sonríe o le dice las cordialidades creyéndoselo. Me entristece pensar que cuando tengo una sonrisa en la puta cara la gente me mira sacando sus conclusiones personales, debido a que es algo normalizado el tener una cara seria o triste, y yo tengo una sonrisa en lo que coincido con la mirada de ese alguien. Lamentablemente no hay caras largas, porque realmente si sonríes de verdad es cuando baja tú barbilla y el momento en que más larga tienes la cara. Aquí el fin de esta frustración empática, ya me he preocupado por vosotros más de lo que necesitamos que cada uno dedique a los demás para que esta crisis se disuelva como el cloro y limpie este mar.

Llego a casa y salvo que la irregularidad de simpatía de mi compañera de piso sea positiva, suele acabar mi interacción con las personas y me dedico a comer, leer, estudiar, escuchar música, curiosear y ya, me voy a dormir lo antes posible evitando ver la tele, para así no ver como otros me venden la idea de que se lo están pasando bien y que son super felices y terminar idolatrando a alguno de ellos.

Al final, antes de cerrar por completo mis ojos, he podido responderme, el día comienza aguardando su mejor momento para el final. Nos pone a juego para que a lo largo del día mantengamos un cierto nivel de ilusión y eso nos haga ir hacia una meta, acabar el día soñando en que el próximo será un día menos deteriorado para todos, y todos podamos seguir soñando y soñando por los sueños de otros.